Cuando era niña, soñaba con independencia. Anhelaba amores adolescentes y habilidades artísticas que aún no llegan. Si sumase todo el tiempo invertido, he de haber pasado meses enteros imaginando mi vida como una novela. Siendo una adolescente, seguía soñando con independencia. Pero esta vez quería huir de mi casa, no volver a ver a mi madre nunca más. Solía detestarla tanto, pensaba que escapar era la solución a su asfixiante paranoia. Soñé mucho, sin soñar nada. Soñaba bajo un estigma de paradigmas, y eventualmente mis metas fueron pareciéndose a lo que mis padres querían y esperaban de mí. Debía obtener un título universitario y de alguna forma, redimir las equivocaciones otrora de mis progenitores. Para mi abuela, estudiar en la universidad y estar enamorada eran temas mutuamente excluyentes. Tantos paradigmas rondaban en mi vida, que cuando creciese debía ser así, exactamente como soy ahora. Si algo caracterizó gran parte de mi vida, es que no era ...