una historia cualquiera (II)

Ese sábado, Michell había decidido escapar de los cientos de libros y obligaciones de la universidad e ir a conocer Montreal. En las últimas semanas se había encontrado ausente, abstraído de la realidad por causa de un importante proyecto con una empresa canadiense; reto que el sabía le daría una importante oportunidad profesional.

Cansado de estar encerrado en su estudio, tomó sus cosas y marchó a la estación de autobuses, decidido a dar un paseo por la metrópolis quebequense. Compró el boleto, subió al vehículo y se sentó en la butaca numerada que le correspondía.

Con las puertas ya cerradas, el bus se disponía a partir. No obstante, un minuto antes de la salida irrumpió abruptamente un pasajero mas: una joven pelirroja subía respirando entrecortadamente, parecía que hubiese corrido un maratón cargando aquel enorme bolso negro. - Merci beaucoup monsieur - dijo al conductor, mientras su rostro se iluminaba con una gran sonrisa de alivio.

La chica caminó a lo largo del pasillo buscando su asiento, cuando lo encontró intentó subir al compartimiento superior del equipaje, ese pesado bolso que traía consigo. Michell atónito con la sorpresa, salió rápidamente en ayuda de la doncella en apuros, no sin antes tropezar en el pasillo.

Ella sonrió y le agradeció el gesto. Luego, los dos procedieron a ocupar sus asientos. ¡Michell no lo podía creer! Esa chica, la que él había contemplado día a día en aquella boulangerie, y luego había desaparecido misteriosamente, se encontraba allí, en ese autobús, a su lado, sonriendole.

Quizo hablar, pero no supo que decir. Eso nunca le había pasado, fue un golpe duro para él. No recordaba ninguno de sus chistes quebequenses. Las gotas de sudor empezaron a rodar desde su sien hasta el cuello, mientras su piel dorada palidecía rápidamente.

La chica se percató de la situación y le preguntó si se sentía bien; él no pronunció palabra alguna, se limitó a verla con sus grandes ojos verdes como quien contempla maravillado un ser de otro mundo. Ella volvió a preguntarle,  mientras que el solo atinó a decir - a tu lado, solo puedo estar bien -

El blanco rostro de la chica se tornó rojo, mientras sus ojos evadían la mirada de Michell. De repente, la atmósfera se volvió incomoda, y él intentó disculparse, dar razones entrecortadas de sus palabras, lo cual solo los distanciaba aún mas.

Michell calló súbitamente. ¡Qué estúpido había sido! Todo ese tiempo imaginándose ese momento, y lo había arruinado. ¿Qué clase de persona inicia una conversación con una desconocida con semejante frase?

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